viernes, 23 de marzo de 2012

EL VENCEDOR

      EL VENCEDOR.

  El caballo está nervioso, el noble bruto patea el suelo y agita las crines como si presintiera que pronto se posarán sobre él miles de ojos. Su dueño, Mohamed Ben Nazar, también está inquieto, pero había llegado el momento, así que  se acomoda el largo manto, palmea a su caballo para infundirle seguridad y se vuelve en la silla de montar para contemplar a sus hombres. Cientos de rostros curtidos PERO alegres lo contemplan. Rostros de hombres que lo habían seguido a la batalla y a la matanza y que hoy, Dios así lo había  dispuesto, le seguirían a la gloria.
Hassam, el capitán de su guardia, se le acerca. Hassam está pálido, tiene miedo y  está bien que lo tenga, pues es el responsable de la seguridad de su señor.
-Señor,- suplica Hassam,-no marchéis en cabeza, dejad que mis hombres os rodeen.
Mohamed ben Nazar sopesa, una vez más, el consejo de su hombre de confianza, se acaricia la cuidada y roja barba y palmea una vez más el cuello de su montura que, como uniéndose a la súplica de Hassam, agita de nuevo las crines y provoca al día con un fuerte relincho.
-¡No! marcharé en cabeza, seré el primero en entrar en la ciudad. El pueblo, mi pueblo, tiene que verme bien, quiere estar cerca de mí.
En ese momento, chirriantes y lentos,  se abren los pesados  portones que cierran la puerta de Elvira y cientos de ciudadanos atraviesan el arco y se empujan en su frenesí por lograr un buen sitio, un sitio desde el que aclamar a su nuevo señor, el hombre que los salvará de los peligros que los amenazan, el hombre que pondrá fin al caos que impide cultivar los campos y ABRIR LOS mercados.. Al-Andalus sucumbe, el califa almohade no es ya SU defensor, Córdoba acaba de caer pero Granada, con Mohamed Ben Nazar sentado en su trono, capeará el temporal.
-¡Bienvenido aquel que logra la victoria!- grita, ruge, chilla la multitud, como si con sus gritos  consiguiera que su nuevo héroe, Mohamed Ben Nazar, al que todos llaman Alhamar, el rojo, por sus encendidos cabellos y su roja barba, crezca hasta convertirse en un coloso capaz de detener al caos y a los cristianos.
Quizás lo haga, por lo pronto ,Alhamar pica espuelas y haciendo caracolear a su caballo abre la triunfal marcha al frente de sus guerreros y penetra en las empinadas y estrechas calles de su nueva capital.
-¡Bienvenido aquel que ha logrado la victoria- sigue gritando el gentío y Alhamar  sonriie al tiempo que por el rabillo del ojo ve como su fiel Hassam, cada vez más nervioso, aprieta, con ansia maníaca, la empuñadura de la envainada espada.
Alhamar se obliga a mirar a la gente que lo aclama. Una mujer le tiende a su hijo y  Alhamar revuelve los cabellos del niño. El gesto gusta a la multitud que le arroja flores y reaviva sus gritos de júbilo y bienvenida.
-¡Bienvenido aquel que ha logrado la victoria!- repiten sin cesar al tiempo que se le echan encima para besar su largo manto y tocar sus enjoyadas botas. Hassam está a punto de estallar y Alhamar, preocupado por la reacción de su  nervioso guardián, le sonríe de forma tranquilizadora mientras que, a la par, acepta una flor que le ofrece una velada mujer.
Granada es mía, piensa alhamar, su pueblo me aclama, mis tropas guardan ya sus murallas. Granada es mía y desde ella regiré un reino que, resguardado tras las montañas, escapará de la marea cristiana. Granada es mía, soy el victorioso, el poderoso, el grande, se dice a sí mismo Alhamar, y entonces siente miedo, siente miedo de que en su momento de triunfo, en su alegría, en su soberbia, sea castigado.-
¡Bienvenido aquel que ha logrado la victoria!-.-vuelve a rugir la muchedumbre y Alhamar nota el miedo subirle por la espalda como la cortante oja de una daga. Y entonces grita, grita como  aferrándose a un escudo en mitad de la batalla.
-¡Sólo dios es vencedor!- Grita Alhamar, como asiéndose al borde de un acantilado.-¡Sólo Dios es vencedor! Repite, algo más seguro y con la extraña sensación de haber escapado por poco DE la desgracia.
-¡Sólo Dios es vencedor!- grita una vez más y su grito comienza a ser recogido por sus hombres y a saltar entre la multitud que le rodea.
-¡Sólo Dios es vencedor!- Alhamar saborea el grito, le gusta y gusta a los granadinos que, ahora, lo repiten sin cesar.
 Pasan los años y se amontonan sobre las nubes, se enredan en el sol y en las aguas de Granada….. Pasan los años y un niño corretea por entre patios, salas y jardines; corre el niño, acariciando las esbeltas columnas, rozando las flores, salpicando agua y deslizando sus pies sobre brillantes azulejos…..
El niño se detiene en una sala y contempla a sus antepasados, sus ojos se fijan en el rostro de un hombre de roja barba, el fundador de su casa: Alhamar, el rojo.
-Sólo Dios es vencedor, -lee el niño, con insegura y lenta voz.-Solo dios es vencedor.- repite algo más seguro.. Y CON ÉL, escrito sobre todos los muros, en todas partes,LO REPITEN  la piedra, la madera y el yeso.
-¡Boaddil! ¿Otra vez incumpliendo las normas?- la mano de la mujer se cierra sobre la del niño y tira de él. Los pies de Boaddil, tozudos, patinan sobre los azulejos y las lágrimas asoman a sus ojos mientras que la tarde,  vencida,  se vuelve noche sobre las calles de la CERCANA ciudad. A lo lejos canta una cautiva cristiana y resuenan los pasos de los soldados en el cambio de guardia. La Alhambra, por un momento apresada entre los dedos del sol agonizante, se vuelve roja, mientras que la    argéntea luna arropa, como una luminosa capa, los hombros de una Sierra Nevada que, entreabriendo sus  nevados labios, besa en la boca a Granada.
 Ruedan de nuevo los años y el niño es ahora un hombre, y monta un nervioso caballo. Él también está inquieto, pero ha llegado el momento, así que se acomoda la capa y palmea el cuello de su montura, se vuelve en la silla de montar y mira al rostro amargado de su madre quien le devuelve la mirada con desprecio. Boaddil llora, aparta sus ojos y los vuelve hacia Granada al tiempo que susurra lo que nunca debió de olvidar: -sólo Dios es vencedor.

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