miércoles, 25 de mayo de 2011

Constantinopla ciudad sitiada, A.D. 626”, en E. Motos Guirao y M. Morfakidis (eds.), Constantinopla. 550 años desde su caída. Granada, 2006, vol. I, pp. 110-133. ISBN: 978-84-95905-15-4.

JOSÉ SOTO CHICA
Centro de estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas de Granada
Constantinopla ciudad sitiada. A. D. 626.
Pocos acontecimientos históricos, del llamado “Período oscuro bizantino”, nos son tan conocidos, como el gran asalto que ávaros y persas concertaron contra la capital del imperio en el verano de 626. Y esto por varios motivos: En primer lugar fue el primer sitio, en toda regla[1], de la ciudad. En segundo lugar, sentó un precedente indeleble en la conciencia colectiva de los bizantinos, un precedente, donde podrían encontrarse las pautas adecuadas para superar trances parecidos y en tercer lugar, fue un hecho de dimensión universal, pues, como ya veremos, el “gran juego Bizantino-Persa”[2] abarcaba entonces desde las riberas del Danubio a las del Volga, y desde los desiertos de Tripolitania, hasta las estepas del Hadramauth; En todos los pueblos que habitaban en ese gigantesco cuadrilátero, los ecos de que Constantinopla estaba siendo asediada, resonaron como una trompeta que anunciara el acto decisivo en la pugna por el dominio del oriente y, de un modo u otro, todos los que oyeron ese “aviso” se vieron involucrados en los acontecimientos. Así pues, las informaciones referentes al sitio y a los hechos, directa e indirectamente, relacionados con el asedio son abundantes y diversos[3]. Documentos bizantinos, sirios, armenios, coptos e islámicos se acumulan sobre la mesa del historiador, en una profusión y variedad, responsable quizás, de que, pese a todos ellos, grandes preguntas referentes o relacionadas con el asedio queden aún hoy, sin respuesta. Junto a los numerosos documentos antiguos, “una selva de notable erudición”, ha venido a rodear el sitio de Constantinopla. Grandes plumas de la bizantinística, como las de A. Stratos, J. B. Bury, A. Pernice, J. Howard, F. Barisic, W. Kaegi, A. Pertusi y V. Grumel[4] han afrontado el tema y han resuelto 1 buena parte de los interrogantes y señalado los puntos oscuros que aún quedan por aclarar.
Ahora bien, ¿Cuales son, en nuestra opinión, esos puntos oscuros? El principal sigue siendo establecer el alcance, dimensión y términos del acuerdo Ávaro-Persa. Directamente relacionado con esto, ofrecer una respuesta convincente de otra gran pregunta ¿porqué Heraclio no acudió a defender la capital del imperio? Así mismo, de carácter más táctico y menos estratégico, que las anteriores, ¿A qué podía referirse Jorge de Pisidia, cuando al relatar el contenido de la carta de Heraclio a los defensores, señalaba como una de las principales instrucciones del emperador, la construcción de una nueva muralla[5]? y por Último, ¿cual fue la verdadera repercusión del asedio, no ya solo para los Balcánes[6] sino también para el oriente?
Posiblemente, estas cuestiones, sobre las que tanto se ha debatido, no se cierren con el presente intento, pero al menos procuraremos aportar algunos nuevos puntos de vista, para enriquecer la cuestión.
En los primeros días de Junio[7] de 626, Un ejército persa enarboló sus banderas ante los muros de la vieja Calcedonia. El hecho, en si mismo, no tenía nada de extraordinario, pues la ciudad ya había contemplado el brillo de las armas persas[8] . No obstante, Shahrbaraz, el general persa que mandaba el ejército acampado en los arrabales de la ciudad, tenía órdenes muy concretas en esta ocasión. En los días que siguieron las ricas tierras de la Bitinia occidental sufrieron una devastación sistemática[9]. Aldeas, arrabales, pequeñas ciudades, villas, monasterios, iglesias y martirios fueron incendiados y el tráfico por tierra con Asia quedó interrumpido. La gran ciudad de Constantinopla contemplaba inquieta los incendios desde la orilla europea del bósforo tracio. El emperador Heraclio y su ejército estaban en los lejanos linderos del Ponto con Armenia y Lazica, y solo luchando, podría abrirse paso hasta la ciudad.
La situación se tornó inquietante el 29 de Junio cuando, desde los “largos muros”, Una gran vanguardia de 30.000 hombres del ejército del Khagan de los Ávaros se precipitó sobre la capital del mundo. Ante los Jinetes bárbaros, los escuadrones avanzados de la guarnición de Constantinopla, retrocedieron y se atrincheraron tras la muralla Teodosiana[10]. Era evidente que aquella “cita” ante las murallas de la ciudad de Constantino, no era casual.
Y no lo era, en verdad, la historia del asedio de Constantinopla, comienza mucho antes del verano de 626 y se fraguó en lugares muy apartados de las orillas del Bósforo tracio. Esto es lo Primero que intentaremos sustentar.
En febrero de 625[11] el ejército del emperador Heraclio se hallaba acampado en algún punto del Noreste[12] de la alta meseta del lago Van. En los meses anteriores, Heraclio y sus hombres, habían llevado a cabo una “frenética” campaña en la que habían derrotado a tres ejércitos persas y recorrido centenares de kilómetros de montañas, mesetas y valles de Atropatene, Albania y Armenia[13]. Además, no hacía de ello muchas semanas, acababan de poner en fuga[14], a su oponente habitual desde 622, el General Shahrbaraz.
Ahora bien, pese a tan resonantes triunfos, la situación de Heraclio y su ejército y, por ende de su imperio, no era muy tranquilizadora. El emperador y sus soldados, se hallaban aislados, agotados y con la conciencia de que cada victoria los acercaba más a la derrota final e inapelable.
Persia, en efecto, mientras conservara el potencial económico de las ricas provincias de Siria, Palestina y Egipto; Y los recursos en Hombres de Guerra de la meseta Irania, Armenia y las lejanas fronteras árabes y bactrianas, podía, reclutar ejército tras ejército y enviarlos contra Heraclio y a un tiempo contra las provincias anatólicas, las únicas que permanecían, saqueadas y desangradas, bajo el poder imperial en oriente.
Por el contrario el imperio, con los Balcanes sumergidos por la marea eslava y azotados por las campañas avaras, con las provincias itálicas amenazadas por los lombardos y con los enclaves hispanos esperando el ataque visigodo; Solo Podía contar con el consuelo del África. Las atrevidas campañas de Heraclio, habían conseguido llevar la guerra a las propias tierras del reino Sasánida y logrado, que la “caída en picado” que el imperio había sufrido desde el asesinato de Mauricio, se detuviera y aflorara la esperanza. Pero en 625, junto al lago Van, Heraclio tuvo que tener conciencia, de que el tiempo de las incursiones había pasado y la hora decisiva se acercaba. Por una parte, como ya hemos visto, sus recursos no le permitían alargar indefinidamente la guerra y necesitaba, con urgencia desesperada, un vuelco súbito y definitivo de la contienda. Por otra parte, Cosroes, se impacientaba y observaba, intranquilo, la reacción bizantina. Intranquilidad que le llevaba a buscar, a su vez, un fin brusco y victorioso de la larga guerra. Como Gibbon dijo con acertada frase, “Ambos monarcas batalladores por el imperio del Oriente, en vez de es­caramuzas por los confines, asestaban desesperadamente sus embates al corazón de su contrario”[15].
Sin duda, fue la situación sin salida a la que se había llegado tras la campaña de 624, lo que motivó que, en los meses invernales de 625[16], cuando el ejército estaba acampado en el lago Van, Heraclio enviara al Patricio Andrés a tratar con el soberano del nuevo poder de las estepas del Don y del Volga, la tribu de los jázaros”[17], [18] que Heraclio en su aislado refugio de la meseta del gran lago armenio y en pleno invierno, cuando los pasos de las montañas armenias y del gran Cáucaso estaban atestados de nieve, enviara una embajada al Khan Jázaro, es una prueba indirecta de la necesidad urgente que Heraclio tenía de la intervención de tan poderosa fuerza en la guerra romano-persa. Y es que Heraclio, abandonado[19] por sus aliados abasgianos, lazicos e iberos, estaba, más que nunca, necesitado de ayuda. Además, la llegada, en su favor, del potencial bélico Jázaro, podía, al contrario de lo que lo habían hecho las pequeñas tribus caucasianas, desnivelar a su favor la larga guerra.
El Plan de Heraclio, pues, debía de ser esperar la llegada de su embajador en la meseta de armenia y confiar que Andrés llegara, exhultante, acompañado por miles de jinetes jázaros. Que no tenía prisa lo podemos deducir por el comentario de Teófanes de que tras su triunfo sobre Shahrbaraz, en enero de 625, Heraclio y sus tropas, se disponían a “pasar tranquilamente el invierno”[20] pero Heraclio, de súbito y sin esperar noticias de Andrés y los jázaros, levantó el campamento el 1 de marzo, cuando ni el invierno había cesado, ni los pasos de las montañas estaban libres de nieve para el paso de un ejército. ¿Que fue lo que obligó a Heraclio, a levantar el campo tan subitamente? Lo que pudo determinar la rápida partida de Heraclio, fue, probablemente, La inesperada y rápida recuperación de Shahrbaraz. Un nuevo encuentro, con las fuerzas disminuidas y tan alejado de sus bases, podía resultar fatal para el ejército romano. Por otra parte a Heraclio debía inquietarle, que en aquella aislada posición, los movimientos de Cosroes y los acontecimientos de su capital le pasaran, fatalmente, desapercibidos. Y es que, el emperador, temía que en Constantinopla, la falta de noticias[21] del ejército, motivaran rumores que pudieran favorecer una posible usurpación.
Sea como fuere, el 1 de marzo y, tras consultar a sus tropas sobre el camino a seguir[22], Heraclio tomó el difícil camino[23] de Martirópolis y Amida. La rapidez de su marcha y el acoso de Shahrbaraz[24], muestran hasta que punto la posición de Heraclio era comprometida y cuan necesitado estaba de volver a sus bases. En la región de Amida, pudo Heraclio enviar cartas tranquilizadoras a su capital, pero su enemigo, no le dio descanso y el emperador se vio forzado a marchar a toda prisa hacia el Eúfrates y, a finales de marzo[25], cruzarlo engañando a Shahrbaraz[26]. Tras pasar por Samosata y siempre seguido de cerca por el persa, Heraclio, subió a Germanicea y de allí, por el Antitauro, desembocó en la llanura de Cilicia. En ella y evitando las ciudades de Adana y Tarso[27] acampó, con sus agotadas tropas, no lejos del puente sobre el río Saros[28] debió de ser en torno al día 8 de abril[29]. En aquellos verdes prados[30] los hombres extenuados y los famélicos caballos del ejército imperial, Creyeron disponer de un breve descanso. No fue así, a los pocos días Shahrbaraz, les atacó. La situación fue tan crítica y el ejército, en contraposición con las victorias del año anterior, se hallaba tan debilitado que solo la intervención personal de Heraclio[31] permitió escapar de la destrucción. Fue un duro combate, pues persas y romanos, se apresuraron a abandonar la región[32].
Por las puertas de Cilicia y doblando al norte, Heraclio, por fin y tras su “larga marcha” alcanzó Cesaréa y, desde allí, Sebastea y Trebisonda a mediados de mayo.
Hemos visto, como la retirada de Heraclio, con su precipitada y arriesgada marcha, plena de peligrosos cruces de montañas nevadas, ríos crecidos y de desgraciados encuentros con el perseguidor ejército de Shahrbaraz; Es la mejor prueba de que las condiciones militares del ejército bizantino, no estaban en su mejor momento. Intentemos recordar esto y sumémoslo a la inactividad de Heraclio durante el verano de 625, inactividad no conocida por el ejército y su emperador desde la campaña de 622. La conclusión lógica, es que, el poder militar del imperio se hallaba al límite de su capacidad y próximo a su derrumbe.
Cosroes debió advertirlo, pero también, sin duda, debía tener noticias de los esfuerzos diplomáticos de Heraclio para atraerse a los jázaros. En una guerra como aquella, en la que las descubiertas, los espías y los movimientos diplomáticos[33], habían jugado papel tan importante, sería imposible pensar que Cosroes, cuya frontera norte casi tocaba la de los jázaros, no estuviera al corriente. Las noticias de las actividades del Patricio Andrés ante los jázaros y la conciencia de que Heraclio podía, alargar en su agonía, la guerra, impulsaron al “Rey de Reyes” a preparar un ataque devastador y definitivo.
Y lo hizo a conciencia, durante un año completo[34] Cosroes se dedicó a preparar sus ejércitos, la forzada inactividad de Heraclio, le daba tiempo para ello.
El silencio que las fuentes muestran para los movimientos de los persas desde la batalla del río Saros, hasta la marcha de Shahrbaraz y Sain, hacia el oeste, muestran que Cosroes se tomó su tiempo, para preparar bien el que debía de ser el golpe decisivo contra su enemigo.
Preparación militar y diplomática, ¿Que mejor respuesta al “movimiento Jázaro” que activar el “peligro Ávaro”? Es muy probable, que ya en 623, persas y Ávaros, hubieran estado en contacto[35]. En cualquier caso, los esfuerzos diplomáticos de los persas debieron de producirse durante el verano y el otoño de 625 pues, como veremos, los ejércitos persas se pusieron en marcha, con el objetivo final bien claro, en la primavera siguiente. Y, además, Como comprobaremos también, Heraclio conocía, al menos desde marzo de 626[36], que Ávaros y persas planeaban un gran ataque contra Constantinopla.
A la par que, en las orillas del Danubio, se acordaba una alianza ávaro-persa. En las del Volga, y durante todo el verano de 625[37], [38]. Heraclio, por mediación de nuevo, del Patricio Andrés, intentaba cerrar un gran acuerdo con los jázaros. Sin duda, sus anteriores negociaciones habían fracasado. Por una parte los jázaros debían de estar evaluando la fuerza de ambos contendientes. Y en este cometido, y a la vista de la precipitada retirada de Heraclio y de su forzada inactividad en el verano, es normal que el Khan Jázaro no tuviera clara la alianza con los romanos. Por otra, lo que el emperador le pedía, no era simplemente que lanzara una incursión de saqueo contra Persia para castigar la frontera norte de Cosroes, sino que se comprometiera en una alianza formal y pusiera a disposición del imperio un gran ejército. El Khan se daba cuenta de la debilidad de Heraclio y de lo vital de su intervención en la guerra, debía de ser un gran negociador, pues durante el otoño de 625 envió de vuelta a Andrés con una respuesta que mantenía en su mano todas las cartas y presionaba a Heraclio a ofrecer muestras aún más evidentes, de su deseo de lograr un acuerdo definitivo. Tal y como demostraron los hechos[39] el soberano Jázaro se comprometió a atacar Persia en el verano siguiente, pero, no pondría a disposición de Heraclio un ejército y tampoco ofrecía ninguna seguridad de que su campaña estival contra Persia se repetiría en el futuro. Si Heraclio quería más, debía ofrecer mucho más y dar prueba de que la alianza no se rompería a las primeras de cambio. Y Heraclio, como veremos, estaba dispuesto a ofrecer mucho más y a dar todas las pruebas necesarias de su deseo y compromiso.
Cuando la primavera de 626 comenzaba a despuntar, las apuestas de ambos rivales comenzaron a hacerse visibles para su contrario. Heraclio, en Trebisonda, escuchó, inquieto, los informes que le hablaban de una posible alianza entre Ávaros y Persas. Reaccionó inmediatamente enviando una embajada al mando del Patricio Atanasio[40] a la corte del Khagan Ávaro, con el propósito de confirmar las noticias y de hacer todo lo posible por contentar al Khagan y conseguir, de nuevo, una tregua en el Oeste. Ya en 617[41], Atanasio había sido el encargado de las negociaciones con los Ávaros y desde entonces se había convertido en el “experto en cuestiones Ávaras” del emperador. Era pues, el hombre más indicado.
Ahora bien, Stratos y Kaegi, como Ya hemos visto[42], sitúan, acertadamente, esta embajada a fines de marzo, o primeros de abril de 626; dado que la distancia entre Trebisonda y Constantinopla es de más de 975 kilómetros, debemos llegar a la conclusión de que Heraclio comenzó a “sospechar algo” en los primeros días de marzo, como muy tarde. Su primera intención, tal y como dejan traslucir las protestas de Atanasio ante los otros dirigentes de la ciudad al regreso de su fracasada embajada[43] debió de ser plegarse a cualquier exigencia del bárbaro y parar así el inquietante ataque que le amenazaba desde el Danubio. Esto era lo que había hecho en 623 y, aparentemente, lo más sensato. Y es que, al igual que en 622 y 623, Heraclio deseaba tener las manos libres en el Oeste para ocuparlas por entero en sus movimientos en el Este. Y es que, recordémoslo, Heraclio debía de tener noticias, al menos desde finales del otoño del 625, de que la embajada del Patricio Andrés ante los jázaros había tenido un éxito parcial y que, por lo tanto, a la primavera siguiente, los jázaros atacarían las provincias septentrionales de Persia. Tras largos meses de reparar sus fuerzas en las bases del Ponto y con el deseo de sellar, definitiva y personalmente, el ansiado acuerdo con los turcos jázaros, su plan debía de ser marchar hacia el este en primavera para unirse al ataque contra Cosroes.
¿Por qué entonces cambió súbitamente de estrategia? Que lo hizo es indiscutible, el mismo pasaje antes aludido de la Crónica Pascual da la prueba al relatarnos la extrañeza de Atanasio al regreso de su misión, ante el brusco cambio de dirección de las órdenes del emperador y ante la llegada de un ejército de refuerzo para afrontar el asedio inminente de la ciudad. Es decir, que cuando Atanasio fue enviado Heraclio deseaba, a toda costa, evitar el enfrentamiento y poco después estaba, repentinamente, presto a afrontarlo.
¿Que había cambiado? Evidentemente nuevos datos le llegaron a posteriori de dar la orden de enviar la embajada. ¿Y que datos pueden ser esos? Creemos que solo una noticia pudo, en pura lógica, motivar la nueva decisión de Heraclio. Debió de ser la llegada en los primeros días de abril de informes sobre la marcha hacia Anatólia de dos grandes ejércitos persas. Heraclio, al conocer esto, tuvo la confirmación, aún antes de que Atanasio hubiera llegado ante el Khagan, de que los rumores de que persas y ávaros habían sellado un compromiso de colaboración y apoyo mutuo ante los muros de Constantinopla eran ciertos. Su única duda, como ya señalara Stratos[44], era averiguar, cual de los dos ejércitos marcharía contra su capital y cual le atacaría a el.
Pero, le atacara quien le atacara, Heraclio tenía ya claro que no podría golpear ese verano en unión de los jázaros el territorio persa y esto, junto con la devastadora confirmación de la alianza ávaro-persa, lo dejaba en la peor situación militar de su reinado y ante el mayor dilema que, hasta entonces, afrontara.
Si marchaba hacia Constantinopla no solo quedaría aislado y bloqueado por el ataque conjunto de ávaros y persas, tendría además que dejar completamente abiertas al avance persa las provincias anatólicas y abandonar lo poco que había conseguido desde 622. Y, por si lo anterior no fuera suficiente, su retirada hacia Constantinopla implicaba la total renuncia a la alianza jázara, pues el Khan jázaro comprendería que Heraclio y su imperio no estaban en condiciones de ofrecer nada y, ni tan siquiera, de sobrevivir a medio plazo. Y aunque, con casi toda probabilidad, la combinación de su ejército con las grandes murallas de la capital y con su total dominio del mar, le asegurarían un éxito en la defensa de la ciudad. Esto no sería más que una victoria pírrica, un aderezo inútil que precedería a su derrota definitiva. La otra opción, quedarse al lado de su ejército en las regiones del Ponto era arriesgada, pero mantenía en su mano algunas posibilidades. Por una parte, la ciudad imperial, una vez reforzadas sus defensas y aprovisionada y guarnecida adecuadamente, podía, con el concurso de la flota, la única del mediterráneo[45], soportar por largo tiempo el asedio. Tiempo que le permitiría en caso de victoria sobre el otro ejército persa, enviar socorro a Constantinopla y dejar abierta la puerta de la alianza con los jázaros. Y en ese caso ¿En que situación quedaría Cosroes? Con Un ejército derrotado y otro inútilmente acampado a la orilla del bósforo, mientras los jázaros saqueaban su reino y Heraclio se encontraba libre para moverse en una u otra dirección según le conviniera. En suma, se produciría un vuelco de la situación. Eso en caso de victoria. Y aún en caso de derrota a Heraclio le quedaría siempre, con el concurso de la flota, retirarse por Trebisonda o Sinope a su capital y organizar allí su última resistencia. Creemos que los hechos sustentan esta hipótesis y que era la única lógica en la situación de Heraclio y, por tanto, como veremos, la que adoptó.
Así que Heraclio se puso en movimiento. Y es que a mediados de abril[46] el emperador debía de saber ya que Shahrbaraz marchaba por Cilicia y que su ejército era el más pequeño de los dos que le atacaban[47]. Shahrbaraz, marchando tan al sur[48], estaba fuera de su alcance, pese a todo, a Heraclio debió de consolarle y tranquilizarle la noticia de que el ejército persa destinado al sitio de su capital no era imponente. El ejército de Sain, el otro general persa, era el más potente y como marchaba hacia Melitene podía acceder a Anatólia por dos caminos[49]. Sabiendo todo esto, Heraclio, dividió en tres su ejército[50]. Una parte fue enviada por mar, con casi toda seguridad[51], a Constantinopla para reforzar la defensa y tranquilizar a los ciudadanos. El resto marcharía, unida, en un primer momento, hasta Sebastea. Desde esa ventajosa posición[52], se podía interceptar al ejército persa, tanto si marchaba por el camino del Ponto, como si lo hacía por el de Capadocia. Una vez aclarado esto, Teodoro, con el grueso de las fuerzas, correría a interceptar a los persas[53] mientras que Heraclio quedaría retrasado con una pequeña retaguardia, lo que permitiría tanto auxiliar a su hermano en caso de derrota, como interceptar al ejército enemigo en caso de que este cambiara, bruscamente, de dirección. Y en ese trance, estorbarlo y retrasarlo hasta que Teodoro rectificara su posición y viniera en su auxilio. Y en caso de desastre total, además, la posición elegida por el emperador, le permitiría retirarse hacia el mar y desde allí a Constantinopla. Posibilidad que Heraclio dejaba, adoptando aquella estrategia, siempre abierta. Por último si Teodoro tenía éxito, Heraclio lo enviaría a Bizancio[54] y él, como los hechos mostraron, iría en busca de los jázaros en un intento final de renovar y ampliar el pacto con estos[55]. Era un plan arriesgado pero con posibilidades de triunfo y que abría al emperador, de nuevo, la puerta de la victoria en la guerra contra Cosroes. La larga disertación anterior era necesaria para mostrar todos los elementos que concursaron en la decisión de Heraclio de no acudir a defender personalmente Constantinopla. Esta hipótesis, es, a nuestro entender, la que obtiene un mejor respaldo de las fuentes y, como veremos, del transcurso de los acontecimientos posteriores. Y la única que otorga una lógica militar a las acciones de Heraclio, Cosroes, el Khagan ávaro y el Khan jázaro.
Y en este punto tenemos que volver a Constantinopla. A finales de mayo[56] los refuerzos de Heraclio, quizás unos 12.000 hombres[57] llegaron a la ciudad y lo hicieron, acompañados de unas detalladas órdenes del emperador[58]. Había que remozar las murallas, construir máquinas de guerra que pudieran desplazarse, rápidamente, sobre la muralla, reunir grupos de arqueros, aprovisionar la ciudad, disponer los barcos de guerra de forma adecuada y construir una nueva muralla[59]. ¿A que nueva muralla se referiría la carta del emperador recogida por Jorge Pisidas?
Ya Pernice apuntó a que este “nuevo muro” solo podía ser el “monoteithos” mandado construir por Heraclio. Pertusi sostuvo también esta solución[60]. Pero los argumentos contrarios eran, al menos, tan fuertes como los favorables. Pues tanto la crónica Pascual en 726, como Nicéforo en su Capítulo 18, situaban la construcción del “monoteithos” dentro de los acontecimientos del 627. Así que la controversia continuó. Ahora bien, la propia Crónica Pascual[61] tal y como señaló Pertusi nos dice que los armenios salieron del muro de las Blaquernas para atacar a los eslavos que intentaban alcanzar el Pórtico de San Nicolás, iglesia situada, claramente, a extramuros. Esto unido a la carta de Jorge Psisidas constituía la base de la argumentación de quienes defendían que el “monoteithos” se construyó en 626. Pero, junto a lo anterior, un atento examen de la propia Crónica y del Bellum Avaricum permite encontrar nuevos argumentos a favor de la vieja hipótesis que la hacen aún más viable.
Son los siguientes, en primer lugar tanto el poema de Pisidas, como Teodoro Sinkellos y como la Crónica, señalan las Blaquernas como un punto de fuerte lucha durante todo el sitio. Se señala, además, como un éxito de los sitiadores el que, tras largos combates, se apoderen de las Blaquernas[62], y una vez logrado esto, las fuentes, advierten con preocupación, que los ávaros se aprovechan de Blaquernas como de un punto fortificado[63] desde el que rechazar los contraataques de la guarnición y proseguir su penetración de las defensas de la ciudad. Todas estas noticias solo pueden indicar que Blaquernas contaba con una muralla para su defensa en 626, una muralla posiblemente sin terminar y sin la solidez de los muros Teodosianos, pues con toda probabilidad, la orden para su construcción no se dio hasta finales de mayo56. En tan breve tiempo la defensa era, necesariamente, imperfecta, de ahí los duros combates para su sostenimiento y el éxito ávaro al apoderarse de las Blaquernas. En la batalla final, los armenios citados por la Crónica debieron de limpiar de enemigos el sector, en medio de la confusión de los atacantes. Y, una vez logrado este objetivo se precipitaron sobre los náufragos eslavos que buscaban la salvación en San Nicolás. Además ¿Es posible creer que, después del fuerte ataque sufrido por el sector de las Blaquernas en 617[64], Heraclio no intentara cubrirlo ante la inminencia de el próximo embate? Lo detallado de la carta del emperador y lo prudente de sus disposiciones, sugieren que ese error de bulto no fue cometido y que, en pura lógica, el “monoteithos” tenía más razones para ser construido en 626 que para serlo en 627 y que lo que Nicéforo y la Crónica Pascual recogen en su enumeración de los hechos del 627 es la reconstrucción del muro, que como se ve en los acontecimientos del asedio, debió quedar considerablemente dañado.
Una vez establecido este punto, pasaremos ha intentar configurar, rápidamente, los hechos principales del sitio. No haremos una descripción exhaustiva, pues el extenso artículo de F. Barisic, Le siége de Constantinople par les Avares et les Slaves an 626, así como el magnífico capítulo dedicado al asedio por A. Stratos en el primer volumen de su monumental obra Byzantium in the seventh century, y el extenso comentario que Pertusi hace de los acontecimientos relacionados con el asedio, como acompañamiento de su traducción de los poemas de Jorge de Pisidia; Así como el, Más reciente capítulo dedicado al sitio en la obra de Kaegi. Hacen superflua una minuciosa narración de los acontecimientos y por lo tanto nos limitaremos a resumirlos, deteniéndonos, tan solo, en aquellos que arrojen luz sobre nuestros propósitos.
Dejamos al general persa Shahrbaraz acampado bajo los muros de Calcedonia, había llegado allí a comienzos de junio y, por lo tanto, casi a la par que el destacamento enviado por Heraclio en refuerzo de la defensa de su capital. Mientras que Shahrbaraz llevaba a término su metódica destrucción de la Bitinia Occidental, en la ciudad, soldados, ciudadanos y marineros completaban, diligentemente[65], las instrucciones enviadas por el emperador. Los muros fueron reafirmados y preparados, se construyeron máquinas de todo tipo, se prepararon arqueros, se aprovisionó la urbe, se concentró y armó la flota y se construyó, tal y como hemos creído poder demostrar, el nuevo muro de Blaquernas. En estas tareas estaban, cuando la vanguardia ávara se presentó desde el norte y completó, por tierra el sitio. La fecha dada por la Crónica Pascual, el 29 de junio, nos obliga a detenernos.
La Crónica Pascual nos habla que ese día y desde los largos muros, una vanguardia de 30.000 hombres[66], se precipitó sobre los campos de Constantinopla. Ya vimos que las patrullas de caballería bizantinas se retiraron, ante los bárbaros, a la seguridad de las murallas. Ahora bien, reparemos en el número de los componentes de la vanguardia enemiga y en la fecha de su llegada.
30.000 guerreros son demasiados para realizar las tareas de una vanguardia y pocos para acometer el asedio. Y además, ¿Por qué llegaron casi un mes más tarde que Shahrbaraz? Y sobre todo ¿Por que aparecieron, todo un mes, antes que el Khagan y el grueso del ejército? Nadie, Exceptuando a Stratos[67] se ha hecho, que yo sepa, estas preguntas. Y, no obstante, nos parece que, de despejarse estas dudas, se explicarían muchas cuestiones relacionadas con el sitio.
La respuesta de Stratos de que el Khagan estaba sitiando Tesalónica, es tan endeble que el propio gran maestro no dudaba en reconocerlo. Militarmente esa acción no tenía ningún sentido y ¿como podemos esperar que tras haber sido derrotado un mes antes en Tesalónica el Khagan marchara, tranquilamente, a Constantinopla? No, no podemos aceptar esta solución así que intentaremos dar otra.
Si tal y como suponemos, Shahrbaraz había llegado puntual a su cita con los “Hunos del oeste”, debió de extrañarle que, transcurridas las semanas, los ávaros no se presentaran. Mientras tanto, en el norte, el Khagan preparaba su ejército: miles de jinetes e infantes Ávaros armados pesadamente, Búlgaros Onoguros unidos a su Horda tras escapar de los Turcos occidentales Guerreros Gépidos de estirpe germana sometidos por su padre en los días del comienzo del reinado de Baián. Y, sobre todo, decenas de miles de vasallos y aliados eslavos armados de forma ligera y trabajando sin descanso en la construcción de todo género de materiales destinados a la flota de monoxilos y la maquinaria necesaria para quebrar las murallas de Teodosio. El conglomerado de fuerzas que el Khagan tenía que reunir, los ingentes materiales y las enormes cantidades de provisiones necesarias. La concentración de las centenares de carretas y los miles de animales de tiro y carga indispensables para mover aquella desmesurada columna de guerra. Sobrepasaron, con toda seguridad, los cálculos del Khagan. Sabemos que le urgía la prisa, pues precipitó su marcha y, como consecuencia, no reunió los víveres suficientes para el sitio[68]. Se había comprometido a estar ante los muros de la capital del imperio en los primeros días de junio, pero, junio pasaba y sus preparativos no terminaban. De ahí que, según creemos, se vio obligado a enviar una copiosa fuerza para demostrar a su aliado oriental que su compromiso seguía en pie. La misión de la vanguardia era, sin duda, tranquilizar a Shahrbaraz. Los movimientos de los jinetes ávaros nos confirman esta idea. La Crónica nos dice al respecto que, tras realizar las disposiciones indispensables. Construir un campamento, verificar el cierre de caminos, impedir que los sitiados se aprovisionaran[69], la primera preocupación del jefe de los ávaros fue hacerse visible a Shahrbaraz. Mil guerreros de caballería pesada, galoparon hasta Sicae, el punto más estrecho del Bósforo fuera del dominio de los muros de la ciudad y el más visible para los persas situados en la zona de Crisópolis. Por si la rutilante línea de guerreros, poderosamente armados y cuyas armas refulgían al sol del verano, no fuera suficientemente visible. Los ávaros encendieron fuegos en su sector para que los persas y los habitantes de Constantinopla no tuvieran ninguna duda de sus intenciones. Como a una señal largamente esperada, los persas se formaron a su vez en la costa opuesta y, al igual que sus aliados, hicieron señales de humo. Este sugerente relato extraído de la Crónica pascual[70], es para nosotros, especialmente revelador. Demuestra que ávaros y persas se sabían y esperaban en el Bósforo y que los ávaros necesitaban hacer saber a los persas que, aunque tarde, estaban dispuestos a cumplir su parte. Solo una fuerza tan grande similar, más o menos, a la guarnición de la ciudad, podía asegurar, por una parte que los bizantinos no la dispersarían y por otra que Shahrbaraz no desconfiara de la lentitud del Khagan. En cuanto al deseo de los ávaros de que sus señales a los persas no pasaran inadvertidas a los habitantes de la gran urbe, tenía como propósito intimidarlos dándoles la prueba palpable de la alianza explícita entre sus enemigos. Los bizantinos lo entendieron perfectamente y todas las fuentes definen, con mayor o menor claridad, el sitio como una operación conjunta de ávaros y persas.
Al poco de estos acontecimientos, el Patricio Atanasio, que como hemos establecido anteriormente basándonos en la Crónica Pascual y en la autoridad de Stratos y Kaegi, había partido para su misión a fines de marzo o comienzos de abril, regresaba, con las manos vacías, a Constantinopla. El Khagan no quería ya, como en 619 o en 623 más dinero[71], sino la conquista de la ciudad y el dominio de sus habitantes[72]. Recordaremos esto más adelante para aportar datos sobre los términos del acuerdo entre ávaros y persas, pero ahora continuemos. La actitud de compromiso de Atanasio con el Khagan, que había sido la “línea oficial” cuando lo enviaron a la corte ávara. Era ahora inaceptable para los dirigentes de la ciudad[73]. Y es que, como vimos, la situación había girado completamente. Atanasio tras comprobar, personal y detalladamente, los nuevos “presupuestos” de la política de Heraclio. Fue enviado con un mensaje, menos flexible, de nuevo al Khagan73.
Y es que, por fin, y un mes más tarde que su descomunal vanguardia el Khagan llegaba[74]. Lo hacía tarde y como veremos mal. Pues su tren de abastecimientos era incompleto. Pero es que el Khagan no podía demorarse más, junio había pasado y julio se completaba y, de cierto, que Shahrbaraz no podía, eternamente, esperarlo.
Así que el 29 de julio la enorme columna de miles de hombres y centenares de carros, se plantó ante la gran muralla de la capital del mundo.
Al día siguiente, el Khagan hizo una demostración de su poder[75]. Decenas de miles de salvajes eslavos, fieros búlgaros, extraños gépidos, que parecían una rémora de las pasadas invasiones germánicas. Y de terribles ávaros relucientes tras sus cotas de malla. Se agolpaban, como un enjambre de abejorros, frente a las murallas abarcando todo el perímetro de la urbe[76]. Los gritos de guerra, el relinchar de los caballos y el entrechocar de las armas, aturdía a los espectadores, que perplejos, observaban desde las murallas[77]. Ese día el Khagan se contentó con el espectáculo dado por sus hombres.
Al día siguiente lanzó un ataque general. Una primera línea de infantería ligera eslava obligaba a los defensores a dispersarse por todo el perímetro de defensa, mientras que entre Pemton y Apollondriu, una masa más densa de atacantes y una segunda línea de ataque formada por infantería pesada, ponía a prueba a los muros y a sus defensores[78]. Por la tarde, los atacantes empujaron hacia las murallas máquinas de guerra[79].
El 1 de agosto se desencadenó un ataque formidable. Los guerreros bárbaros asaltaron los muros y colocaron docenas de catapultas, onagros, escorpiones, balistas y manteletes[80], frente y contra la muralla, de forma suelta a los lados, para obligar a los defensores a dispersar sus máquinas de tiro, e impedirles concentrar el fuego sobre el sector de San Romano a Apollondriu, donde se preparaba el ataque principal[81]. Allí el fuego ávaro era más recio y pretendía cubrir el avance de 12 grandes torres de asedio móviles[82], tan altas como la muralla y cuyo propósito era inundarla de guerreros ávaros. Estos lograron acercarlas hasta el mismo pie del muro poniendo en un grave peligro a la guarnición. Pero el Magíster Militum Praesencialis, Bono, conjuró el peligro acudiendo a los marineros de las naves de guerra[83]. Uno de ellos construyó una ingeniosa máquina con la que logró incendiar las torres atacantes[84]. Desde la muralla, Bono ofreció negociar, pero el Khagan lo rechazó. Al fin y al cabo, este había logrado echar junto al puente de San Callinico sus monoxilos[85]. El punto estaba bien elegido, pues el escaso calado del golfo en ese punto, impedía que la temible flota bizantina impidiera la maniobra, los navíos bizantinos respondieron situándose desde San Nicolás a San Conon cerrando el paso a los eslavos[86]. Con este inquietante triunfo terminaba la jornada para los atacantes.
Mientras tanto, en la ciudad y, desde los primeros indicios del asedio, el Patriarca Sergio, mediante contínúas procesiones, oraciones y ayunos[87]. Levantaba el ánimo de los defensores y llevaba al éxtasis religioso a la población. Deambulando de un lado a otro junto al Magíster Bono, convertía el asedio en un reflejo terrestre de la lucha de los poderes celestiales contra el mal y el pecado.
El día 2 y tras un ataque matutino, los bizantinos enviaron una embajada al Khagan[88]. Sobre esta embajada volveremos más tarde. Baste por ahora decir que la delegación romana se encontró, para su sorpresa, junto a los enviados persas y que fueron tratados indecorosamente por el Khagan ávaro, siendo despedidos sin lograr nada.
Esa misma noche, los embajadores persas fueron apresados, en su camino de vuelta por los bizantinos[89]. De los tres delegados iranios, uno fue muerto en el acto y los otros dos fueron, al despuntar el alba, enviados a Shahrbaraz y el Khagan, en condiciones terribles, portando mensajes sobre los que también, nos detendremos después[90]. Al caer la tarde de ese día los ávaros, transportando los monoxilos en carros de bueyes, lograron romper el bloqueo de la flota bizantina sobre el cuerno de oro y echar sus embarcaciones en Calae[91]. Un punto del Bósforo que deja la costa asiática a menos de 3 kilómetros de distancia.
Al poco, llegaron noticias a Constantinopla de que los eslavos intentaban cruzar el estrecho para traer a los persas. 70 naves bizantinas, con el viento en contra[92], partieron a impedirlo. No sabemos con seguridad que pasó, pues nuestro documento más fiable, la Crónica Pascual, sufre aquí un, lamentable, corte en el texto y el resto de las fuentes, como destacó Stratos, no logran rellenar el vacío[93]. Stratos, acudiendo, creemos que con acierto, a las crónicas orientales y especialmente, a Sebeos, intenta colmar nuestro desconocimiento apuntando que, tal y como cuenta Sebeos[94], los persas consiguieron embarcar en la flota de monoxilos. Solución que, además de reconciliar a las fuentes orientales con las bizantinas, entra dentro de la lógica de los hechos hasta entonces descritos. Pues, ¿De verdad se puede dudar que el enjambre de monoxilos no lograra alcanzar una costa situada a tan escasa distancia? La Crónica nos advierte que la flota romana tenía el viento en contra y esto parece anunciar, justo cuando el texto se interrumpe, que se va a dar paso a la justificación de su fracaso. Además como dice Stratos. ¿Como se puede sostener que, los persas no hicieran ningún intento de participar directamente en los combates? Y por último añadiremos a los anteriores argumentos uno poco conocido y extraído de Miguel el Sirio quien, en un contexto en perfecta correlación con las fuentes bizantinas hasta ese momento, afirma que los persas pasaron a Tracia[95]. Por lo tanto, como ya concluyó Stratos, sostendremos que los persas intentaron el cruce del Bósforo y que tal y que, como cuentan las fuentes orientales, la flota bizantina interceptó el regreso de los monoxilos eslavos cargados de infantería persa y los aniquiló[96].
Pese a este fracaso, los aliados, no desistieron de sus esfuerzos de coordinación pues los ávaros se esforzaron en, inmediatamente, en restablecer las comunicaciones. Además con la urgencia de quién dirige un ejército tan inestable, variopinto y mal abastecido[97]. El Khagan aceleró el ritmo del ataque. Durante los siguientes días al desastre naval, los ávaros atacaron las murallas y prepararon un enjambre de máquinas de guerra. El día 6 se lanzó un terrible ataque que, con el objeto de cansar a los defensores se alargó todo el día y toda la noche[98]. Durante el mismo, un cuerpo de caballería pesada ávara se hizo con el control de Blaquernas y se fortificó allí contra los intentos de contraataque bizantinos[99]. Al día siguiente el Khagan ordenó el ataque final. Se trataba de conseguir que los romanos concentraran su atención en la muralla terrestre[100], como ocurrió en el ataque del día 1 de agosto y descuidaran el mar. Entonces y a una señal convenida[101], los eslavos con sus monoxilos repletos de infantes pesados búlgaros y gépidos, se lanzarían con sus barcas entrelazadas[102], para cargar contra los dromones bizantinos. Una vez superado el bloqueo naval romano, los monóxilos se dirigirían, a toda velocidad hacia el sector de Blaquernas con el objeto de sorprender a los defensores y escalar la muralla. Grumel, en su artículo sobre la defensa marítima de Constantinopla, sugiere que la ciudad carecía de murallas en ese sector[103], esta hipótesis nos parece insostenible, pues la Crónica Pascual se opone a su confirmación y junto a ella, el sentido común. Pero Bono que, gracias a sus excelentes espías, estaba bien informado de los planes del Khagan, frustró la maniobra realizando señales falsas y atrayendo a la flota eslava a una trampa mortal[104]. Perfectamente expuesta por el Patriarca Nicéforo y vivamente narrada por Jorge Pisidas. Fue un auténtico desastre para los bárbaros. Miles de hombres de las tribus aliadas fueron cazados por los arqueros y lanceros romanos que, bien situados y resguardados tras las elevadas bordas de los dromones, disparaban a placer sobre los aterrorizados ocupantes de los descubiertos monóxilos. Las fuertes quillas de los navíos bizantinos precedidas por acorazados espolones quebraban, sin dificultad, las débiles embarcaciones eslavas[105]. Aquí y allí, centenares de náufragos intentaban ocultarse o alcanzar la costa. Muchos fueron muertos sobre las mismas aguas[106]. Otros engañados por un fuego encendido por los guardias armenios de la ciudad, en el pórtico de San Nicolás, arribaron a aquel punto de la costa frente a Blaquernas siendo, inmediatamente, degollados[107].
La noticia de la matanza de los componentes de la flota comenzó a correr, de boca en boca, a lo largo de la línea de ataque terrestre de los bárbaros sembrando el desánimo y la confusión. La visión de centenares de cabezas clavadas en lanzas sobre los muros de la ciudad[108], fue la confirmación inapelable del desastre. Por último, entre los guerreros eslavos, se comenzó a contar que el Khagan había ordenado dar muerte a sus compañeros supervivientes de la batalla marítima. El pánico se sumó entonces al odio y a la desesperación y miles de ellos desertaron. La caballería ávara intentó, sin éxito, retenerlos[109]. El Khagan en un ataque de nervios[110], dio, definitivamente por perdida la partida y ordenó la retirada.
Durante la noche los ávaros desmontaron máquinas y campamento y prendieron fuego a todo[111]. En la orilla asiática, Shahrbaraz, no sabía bien lo que ocurría y, entre la alegría y la frustración[112], interpretó los incendios como una señal de que los ávaros habían logrado, sin su concurso, tomar la ciudad. La mañana debió de disipar estas conclusiones, pues el resto del ejército ávaro comenzó a retirarse. Atrás quedaba una columna encargada de cubrir la retirada y completar la destrucción de los arrabales de Constantinopla[113]. Al atardecer el jefe de esta fuerza de retaguardia solicitó hablar con Bono y ofreció negociar en nombre de su señor. EL Magíster Militun Praesencialis, consciente de su triunfo, se negó a ello y apuntando al Bósforo señaló al ejército de Teodoro que, al fin, acudía a la defensa de la capital del imperio. Bono, con la voz preñada de júbilo y amenaza, gritó al jefe bárbaro: “Mira ahí viene el hermano de mí señor”[114].
Y es que Teodoro había cumplido las expectativas de Heraclio. Lo habíamos dejado, junto a su hermano el emperador, en Sebastea intentando averiguar que camino tomaría Sain. Cuando Heraclio comprobó esto, mandó a su hermano al frente del grueso del ejército a interceptar a Sain. Mientras que él, como afirmamos antes, se mantuvo en retaguardia. Pues a parte de ser lo más lógico, táctica y estratégicamente hablando. Si Heraclio hubiera acompañado a Teodoro los cronistas bizantinos le hubieran atribuido a el y no a su hermano, la victoria. En un punto intermedio entre Colonea y Satalia y en los primeros días de Julio[115], el ejército romano aplastó al persa[116]. Podemos imaginar la alegría de Heraclio al recibir la noticia. Su victoria dejaba todas las puertas de la guerra abiertas en su favor y ponía a su contrario en un grave aprieto[117]. Heraclio se movió rápido para aprovechar la ocasión. Ordenó a Teodoro que, con parte de su ejército, embarcara en Trebisonda hacia Constantinopla a toda prisa[118]. El emperador sabía que con un poco de suerte sus disposiciones y sus refuerzos, unidos a su indiscutible dominio naval mantendrían en pie su capital hasta que su hermano acudiera a romper el sitio.
Con esta convicción y con la conciencia tranquila con respecto a sus esfuerzos por salvar Constantinopla, Heraclio, aprovechando el vacío militar persa provocado por las incursiones jázaras, la derrota de Sain y la inmovilización de Shahrbaraz a más de mil Kilómetros de distancia en las orillas del Bósforo. Marchó, sin peligro, con un reducido cuerpo de ejército, hacia Fasis[119]. Lo hizo por tierra pues, sin duda la defensa de Constantinopla y el embarque del ejército de Teodoro habían consumido sus recursos navales. En los primeros días de agosto, mientras que su capital rompía, victoriosa, el asedio y su hermano se precipitaba tras el ejército del Khagan, Heraclio enviaba al Patricio Andrés en busca del soberano de los jázaros[120], quién, tras azotar el norte de Persia, volvía, cargado de botín, hacia los desfiladeros de las Puertas Caspias para, atravesándolos, regresar a sus bases. Heraclio debía confiar en que la noticia de su victoria sobre Sain y su presencia personal en Iberia alentaran al jefe turco a sellar un pacto definitivo y que pusiera a sus órdenes un ejército a la primavera siguiente.
El Khan jázaro, alcanzado por Andrés, quiso, antes de comprometerse personalmente, comprobar lo que el Patricio le decía y envió una columna de guerreros jázaros al encuentro del emperador. Con ellos iban Andrés y el hombre de confianza del Khan[121]. Heraclio no se decepcionó por las cautelas de su aliado y puso en el plato de la balanza del Khan jázaro todo lo que este podía desear.
El emperador ofrecía la mano de su hija, todo tipo de honores y subsidios y una alianza personal bajo los muros de Tiflis a la primavera siguiente. El enviado jázaro aceptó y volvió junto a su señor para comunicarle el acuerdo[122]. Heraclio había triunfado. Lo había arriesgado todo por mantener la esperanza de un vuelco en la guerra, un vuelco que solo la alianza jázara podía provocar. Heraclio lo sabía. Y sabía que retirarse a su capital era, a la larga, el fin de toda esperanza de victoria final y por ende de lograr la consolidación de su alianza con los turcos jázaros. En las orillas del río Fasis, en agosto, el ofrecimiento de una virgen bautizada[123] en la iglesia de las Blaquernas, colmaba la copa de las peticiones del Khan jázaro y cimentaba la unión de bizantinos y jázaros contra persas. Casi a la par, en las orillas del bósforo tracio, ante las piedras de la iglesia de la virgen de las Blaquernas, se consumaba la derrota de ávaros y persas. La virgen, que había sido la insignia bajo la que Heraclio había marchado contra el tirano Focas[124]. Había sido la fuerza arrolladora que había inclinado a Dios a favor de los romanos. Así lo creyeron los bizantinos[125] y así debió sentirlo Heraclio.
Con lo anterior creemos dar una respuesta plausible y basada en las fuentes a la pregunta de por que Heraclio no acudió a defender personalmente Constantinopla. En cuanto a la cuestión de cuales fueron los términos y objetivos de la alianza persa, Hemos comprobado como los movimientos diplomáticos y militares de Heraclio y Cosroes solo pueden explicarse bajo este presupuesto y que en la lógica de los acontecimientos que muestran las fuentes. La unión se fraguó entre el verano y el otoño de 625. De los mismos hechos es fácil deducir los términos y objetivos del pacto. El pacto ávaro-persa establecía que ambos aliados enviarían un ejército a Constantinopla. Los persas garantizaban los fondos necesarios para la empresa y se comprometían también, a entretener y aplastar a Heraclio lejos de Constantinopla mediante el ataque de un segundo ejército. Los ávaros por su parte, cargarían con el peso del ataque y se comprometían a disponer una flota para pasar a las fuerzas persas a Tracia, hecho meridianamente claro por el desarrollo de los acontecimientos, las noticias recogidas por la embajada bizantina del día 2 de agosto[126] y apoyado, fuertemente, por las fuentes orientales, que señalan el ataque persa. Ataque que se puede vislumbrar en las últimas palabras de la Crónica Pascual que Preceden al corte de esta fuente vital y que se confirman por la información proporcionada por Sebeos y tan conocida y por la menos valorada, pero extremadamente clarificadora, de Miguel el Sirio. El pacto ávaro-persa, por último establecía que, la ciudad y el territorio quedarían para el Khagan, mientras que los habitantes pasarían al poder persa. Hecho que se ve claramente en las palabras que el Khagan, furioso, pronunció ante los embajadores romanos y persas el 2 de agosto[127]. El propio soberano ávaro, en un primer momento, pensó, según creemos y deducimos por las palabras con las que despidió a Atanasio[128] al comienzo del asedio, incumplir esta parte del pacto y quedarse con ambas cosas la ciudad y sus habitantes. Este deseo nacido de la sobrevaloración de sus propias fuerzas, se vio frenado, por sus primeros fracasos ante la gran muralla de la capital del mundo. Por lo que, el Khagan regresó a los límites concertados del pacto y convino en traer a la orilla tracia a los infantes persas. No obstante, los bizantinos intentaron explotar con sus embajadas y con todo tipo de acciones, esta debilidad de la alianza, debilidad nacida de la ambición y desconfianza mutua. Intentando continuamente tentar al Khagan, y buscando engañar a Shahrbaraz. Y con esto damos respuesta a la pregunta de cuales eran los términos y alcance de la alianza ávaro-persa. Alianza que, fue vencida por Heraclio, quién utilizó su capital como un cebo mortal. Su victoria sobre Sain, la desbandada de los ávaros, la permanencia de Shahrbaraz en una zona en la que nada podía hacer y en la que se hallaba a mil quinientos Kilómetros de donde realmente se le necesitaba para rechazar a los jázaros y a Heraclio. Colocaron a Cosroes ante la antesala de la derrota. Al año siguiente mientras que, Shahrbaraz, engañado por Heraclio[129], permanecía aún en Bitinia. Heraclio se unía en Tiflis y a la vista de los persas[130], para que a Cosroes no le quedara duda de su triunfo, al soberano Jázaro, quién, tras recibir la garantía de que obtendría todo lo prometido por el emperador el año anterior, dejaba en manos de Heraclio 40.000 jinetes jázaros[131]. Heraclio, exhultante, podía, gracias a su decisión del año anterior de no encerrarse en Constantinopla, tocar con seguridad las alas de la Diosa Victoria.
Así mismo hemos comprobado que la muralla de las Blaquernas fue construida, precipitadamente, en junio de 626 y que las fuentes apoyan solidamente, unidas a la lógica militar, esta fecha en detrimento de la de 627.
Y por último hemos vislumbrado la dimensión universal del asedio de Constantinopla bajo cuyas murallas convergieron las potencias del Oriente y del occidente del mediterráneo oriental y cuyo resultado marcó no solo el comienzo del fin del imperio ávaro, minado por la derrota y por la diplomacia bizantina[132] que levantó en su contra un muro de pueblos rebeldes, que libres de la mano del Khagan iniciaron una provechosa andadura histórica en solitario. Sino también el principio del triunfo bizantino y el comienzo del derrumbe y caos persa que tan provechoso sería, paradójicamente, al, entonces todavía, balbuciente Islam.
Por último en Constantinopla, durante aquel formidable verano de 626, los bizantinos tomaron de una forma más lúcida e intensa que en el hipódromo, en Santa Sofía o en las luchas callejeras entre verdes y azules conciencia de si mismos, de su papel en y ante el mundo. Constantinopla como muro protector de Europa, como ciudad santa puesta bajo la protección de Dios ,la virgen y los santos , como heredera y reserva espiritual, militar y cultural del viejo mundo romano en favor del nuevo mundo que nacía, inadvertido, en Medina. Cobró entonces su verdadera y universal dimensión.
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[1].   Aunque Godos, Hunos, Utriguros y los propios Ávaros, habían, en alguna ocasión, amenazado, e incluso atacado las murallas de la ciudad. Ninguno había llevado a cabo un asedio, en el sentido militar del término.
[2].   Esta expresión fue inventada por Kipling quien la popularizó en sus novelas ubicadas en la India, designaba la lucha que los Imperios ruso y británico mantenían por el control de Asia Central, recientemente en su libro “Los Taliban, el Islam el petróleo y el nuevo gran juego en Asia Central” Ahmed Rashid ha vuelto a utilizar con acierto esta expresión para aplicarla a la actual situación del próximo oriente y Asia central.
[3].   Para una completa relación de las fuentes relacionadas con el asedio ver: Cap. 14, vol. I de la obra de A. Stratos, Byzantium in the seventh century, Armsterdam, 1968, págs. 173-196, así como el artículo de F. Barisit, “Le siège de Constantinople per les Avares et les Slaves en 626”, Byzantion, 25 (1954), págs. 371-395. A la relación proporcionada por estos autores podemos sumar las noticias ofrecidas por al-Tabari, The history of al-Tabari, vol. V, “The Sásánids, the Byzantines, the lakminds, and Yemen”, 1002 ss. Albany, New York, 1999.
[4].   A. Stratos, Byzantium in the seventh century, Amsterdam, 1968, págs. 173-176, J. B. Bury, An History of last Roman Empire II, Londres, 1889, págs. 239-241, A. Pernice, Il Imperatore Heraclio, Florencia, 1905, págs. 138-148, J. Howard, “The siege of Constantinople” en C. Mango and G. Dragon (eds.), Constantinople and ist Hinterland, Aldershot, 1995, págs. 131-142, W. E. Kaegi, Heraclius Emperor of Byzantium, Cambridge, 2003, cap. IV, Peril and hope”, págs. 122-156, A. Percusi, Poema I. Giorgio di Psidia Poemi i Panegirici Epici, 1959, págs. 201-226, V. Grumel, “La défense maritime de Constantinople du Côte de la corne d’or et le siège des avars”, BS, 25 (1964), págs. 217-233.
[5].   G. Psidas, Bellum Avaricum, págs. 265 y ss.
[6].   F. Basirit, Le siège..., art. cit., pág. 371, J. Haldon, Byzantium in the seventh century, págs. 45 y ss., D. Sinor, “The Avars”, Cambridge History of Early inner Asia, 1990, págs. 206-228, A. Avenarius, Die Awaren in Europa, págs. 123-138 (193), V. Chalupeky, “Considerations sur Samon, le premier Roc des slaves”, Byzantinoslavica, 2 (1950), págs. 223-239, R. Grousset, El Imperio de las estepas, 1991, págs. 214-228.
[7].   Crónica Pascual Ch. Pasch 716. Teodoro Synkelos VII 32 (seguimos aquí la división otorgada al texto por Ferenc Makk en “Traduction et commentaire de l’homélie écrite problement par Théodore le Syncelle sur le siége de Constantinople en 626”, Szeged, 1975).
[8].   Niceforo, Historia breve 7 y Teófanes, 296 y ss. y 301.
[9].   Crónica Pascual, 716-717. Teodoro Synkelos, VII 32-39.
[10]. Crónica Pascual, 717.
[11]. Teófanes, 6115, 312, W. Kaegi, Heraclius..., op. cit., pág. 140.
[12]. El lago Van se haya situado en una meseta a más de 1600 metros de altura y está rodeado por completo por cordilleras que superan los 3000 y a veces los 4000 metros. Este imponente lugar es una fortaleza natural y se entiende que Heraclio la eligiera como sede de su campamento.
[13]. Teófanes, 6115, 309 y ss. Sebeos, XXVI 5 y ss. (seguimos la división otorgada por Macler en Historiae d’Heraclius, Paris, 1904).
[14]. Teófanes, 6115, 311-312. Sebeos, XXVI – 6.
[15]. E. Gibbon, Decadencia y ruina..., IV 46, págs. 414 y ss.
[16]. W. Kaegi, Heraclius..., op. cit., pág. 142.
[17]. El relato de los esfuerzos diplomáticos de Heraclio por atraerse a los Jazaros, en Moises de Dasxuranci, 2, 12; Moises Dasxuranci, The history of the caucasian albanians, Londres, 1961.
[18]. R. Grousset, El Imperio de las estepas, págs. 214-228. Para todo lo relacionado con la historia de los Jázaros ver A. Koestler, The Thirteen Tribe: The Khazar Empire and its Heritage, New York, Random House, 1976.
[19]. Teófanes, 6115, 310.
[20]. Teófanes, 6115, 312.
[21]. Teófanes, 6116, 312. Podemos deducir esto tal y como se puede ver en este fragmento de Teófanes por la prisa y necesidad que tenía Heraclio de tranquilizar a la Capital.
[22]. Teófanes, 6116, 313.
[23]. Teófanes, 6116, 312.
[24]. W. Kaegi, Heraclius..., op. cit., págs. 131-132.
[25]. Teófanes, 6116, 313. (Podemos deducir esta fecha a partir de la información que da Teófanes. Este nos dice que Heraclio tardó siete días en cruzar las montañas a esto se suma el trayecto desde el río Yarnasu hasta el Eúfrates. Teófanes señala como motivo de asombro que Heraclio lograra cruzar el Eúfrates durante la crecida debemos deducir que teniendo en cuenta la distancia y el dato de la crecida la fecha del cruce estaría situada a comienzos de la primavera). Sebeos, XVI 7.
[26]. Teófanes, 6116, 313.
[27]. Teófanes, 6116, 313. Teófanes anota que el emperador evitó Adana y acampó en sus alrededores. Tarso estaba bajo control persa desde el 613.
[28]. Teófanes, 6116, 313.
[29]. W. Kaegi, pág. 131. Stratos, págs. 170-171.
[30]. Teófanes, 6116, 313.
[31]. Teófanes, 6116, 314. Stratos, págs.171 y ss. W. Kaegi, págs. 131-132.
[32]. Teófanes, 6116, 314.
[33]. Pocas guerras de este periodo en efecto están tan llenas de engaños, maniobras diplomáticas y espionaje, algunos ejemplos: Al Tabari, vol. V, 1004, Nicéforo, “Breviarium”, 13, Teófanes, 6095, 291, Teófanes, 6118, 324. Jorge Psidia, “Expeditio”, 2. 235, Crónica Pascual, 724.
[34]. Teófanes, 6117, 315.
[35]. Teófanes manifiesta a las claras que Cosroes había trabado una alianza preparatoria con el Khan de los Unos del este. Teófanes, 6117, 315; De la misma opinión son: R. Grousset, El Imperio de las estepas, págs. 214-228, Alexander Avenarirus, Die awaren in Europa, Bratislava, 1974, págs. 123 y ss. A. Stratos, Byzantium in the Seventh Century, págs. 179 y ss. Por el contrario Barisic en su brillante artículo, F. Barisic, “Le siége de Constantinople par les Avares el les Slaves en 626”, Byzantion, 25 (1954), págs. 371-395, concretamente pág. 371, sostiene que dichas relaciones y alianzas son imposibles y que la coincidencia de Avaros y Persas ante los muros de Constantinopla era fruto de la casualidad, a parte de su propio argumento, Barisic no aporta ningún dato basado en las fuentes para sostener su hipótesis y no ha consultado fuentes tan importantes como las de Mosises Dasxuranci o Miguel el Sirio.
[36]. En efecto, de otro modo no se comprendería la actitud del Patricio Atanasio ante las noticias del cambio de actitud imperial a su regreso a Constantinopla, tras su embajada ante el Khagan Avaro. Crónica Pascual, 718-719. Tanto W. Kaegi como A. Stratos son de la opinión de que la embajada de Atanasio fue enviada por Heraclio en Marzo de 626, por el contrario Barisic de forma errónea y sin atender a las fuentes la situa inmediatamente después de la llegada del primer ejercito Avaro frente a la murallas de Constantinopla en julio de 626. Kaegi, págs. 133, A. Stratos, Byzantium in the Seventh Century, págs. 173 y ss.
[37]. Moises Dasxuranci, 2, 12 y ss.
[38]. Para esta historia de las embajadas a los Jazaros ver Kaegi, Heraclius emperor..., op. cit., págs. 142.
[39]. Efectivamente los Jazaros invadieron Albania, Atropatene y Media durante los meses de primavera y verano, sembrando el desconcierto en Persia. Teófanes, 6117. 313, 315; Moises Dasxuranci, 2, 10; Patriarca Nicéforo, Historia Breve, 13. Nicéforo como ocurre a menudo en su crónica en referente al siglo VII desordena cronológicamente los acontecimientos. No obstante, al igual que Teófanes indica estos acontecimientos, que Moises Dasxuranci certifica de forma clara.
[40]. Crónica Pascual, 718-719.
[41]. Patriarca Nicéforo, Historia Breve, 9.
[42]. Kaegi, pág. 133. A. Stratos, Byzantium in the Seventh Century, págs. 173 y ss.
[43]. Crónica Pascual, 718.
[44]. A. Stratos, Byzantium in the Seventh Century, págs. 173 y ss.
[45]. Hay que insistir en esto una y otra vez para poder entender la política de Heraclio. La alianza Avaro-Persa sólo podía ser efectiva si contaba con el dominio del Bósforo, pero tal y como demostraron los hechos ¿qué podían los monóxilo eslavos de bajo bordo, sin vela, sin cubierta y con capacidad sólo para 30 hombres contra los “monstruosos” dromones imperiales de alto bordo con sus dos o más cubiertas sus velas y su tripulación de entre 200 y 300 hombres? Desde las columnas de Hércules al Bósforo Cimerio sólo había una flota, la imperial y quien tenía el dominio del mar conservaría Constantinopla. Heraclio lo sabía.
[46]. A mediados de abril en efecto Heraclio se hallaba en Sebastea. A. Stratos, Byzantium in the Seventh Century, vol. I., págs. 173 y ss.
[47]. Teófanes, 6117. 315.
[48]. Hasta el presente nadie ha aportado datos para reconstruir la ruta de Shahrbaraz y ello porque no se ha consultado a Al Tabari. Efectivamente, Al Tabari, vol. V, 1003-1004, nos dice que Heraclio marchó por la ruta contraria a la de Shahrbaraz. Sabemos que el emperador avanzo por la ruta del Ponto a Lacica y Armenia, la ruta contraria es pues la que accedía a Anatolia por Cilicia y el Tauro.
[49]. En efecto había tres rutas adecuadas para un gran ejército para entrar en Asia menor. La ruta sur, tomada por Shahrbaraz permitía desde Germanicea en el norte de Siria acceder a Cilicia y a Galatia marchando a través del Tauro por las puertas de Siria y Cilicia. Melitene era la llave para los otros dos caminos uno accedía al interior de Capadocia por Cneocesarea y Cesarea Masaza. El otro subiendo por el valle del Éufrates subía al Ponto por Satalia y Colonea.
[50]. Teófanes, 6117. 315.
[51]. Sabemos por la crónica Pascual que Heraclio había mandado 12000 hombres a guarecer Constantinopla ,y por Eutiquios que llevo unos 5000 al Ponto, y que estos se encontraban allí antes del 29 de Junio. Teniendo en cuenta que Shahrbaraz cerraba el camino de Bitinia, se hallaba acampado en Calcedonia desde mayo, la única posibilidad de llegar a Constantinopla sin lucha, las fuentes lo hubieran recogido de haberse producido, es por mar, lo cual es lógico, la flota imperial lo dominaba por completo y para el emperador era más fácil mandar sus refuerzos con seguridad desde Trebisonda que enviarlos por tierra donde inevitablemente se verían interceptados por los Persas, Crónica Pascual, 718.
[52]. Efectivamente Sebastea, la llave de Asia Menor, permitía a Heraclio marchar rápidamente para interceptar al ejercito de Sain, ya marchara por Cesarea ya por Satalia, por eso se situó allí a fines de Abril.
[53]. Teodoro debía de estar al mando de la porción mayor del ejército, pues su misión era derrotar al más potente de los ejércitos persas el de Sain. Es difícil calcular el total del ejército de Heraclio en estos momentos, se componía de los restos de los ejércitos de las prefecturas de Armenia y Oriente y de tropas provenientes de la de Tracia. Teniendo en cuenta esto y la cifra de 12000 hombres enviados a Constantinopla dados por la crónica Pascual, podemos aventurar una cifra no demasiado lejana de la realidad de unos 35000 hombres. Teodoro contaría con unos 18000, es decir, con un ejército completo según el modelo romano de la época. Y el emperador quedaría con unos 5000, suficientes para los cometidos que se había asignado.
[54]. Esto fue lo que efectivamente sucedió tal y como nos relata la Crónica Pascual, 726.
[55]. Eutiquio (Annali, 18, 2, p. 320) cifra en 5.000 hombres la fuerza que quedó con Heraclio tras la triple división de su ejército aquel verano. “Eutychios. Gli annali”, ed. B. Pirone, El Cairo 1987.
[56]. Heraclio estaba a finales de Marzo en Trebisonda y a mediados o finales de Abril en Sebastea. Tuvo pues que tomar la decisión de dividir su ejército y mandar una parte a Constantinopla como muy tarde sobre el 15 de abril. Teniendo en cuenta la necesidad de reunir las naves suficientes en Trebisonda, el embarque de las tropas, las escalas necesarias y el tiempo mínimo para recorrer los 970 Km. que separan Trebisonda de Constantinopla, los refuerzos no pudieron llegar antes. Otro dato confirma nuestra hipótesis, cuando el patricio Atanasio fue enviado a fines de marzo a entrevistarse con el Khagan Avaro, el ejército de refuerzo ni había llegado, ni se le esperaba. Cuando regreso pocos días antes del 29 de junio, las tropas ya llevaban allí un tiempo. Por último las disposiciones contenidas en la carta que el emperador envió a Constantinopla con sus ordenes para afrontar el sitio y que nos ha sido recogida por Jorge de Psidias sugieren que al menos debió de contarse con un mes de plazo entre la recepción de la carta y las tropas y la llegada de los Avaros, Jorge Psidias, Bellum Avaricum, págs. 265-285.
[57]. Crónica Pascual, 718. Nos recoge esta cifra que creemos acertada. Esta tropa unida a la guarnición habitual de la ciudad y las fuerzas proporcionadas por los demos y eventualmente la marina era más que suficiente para defender Constantinopla. Tanto Barisic como Pertusi siguiendo al pie de la letra la crónica Pascual se refiere sólo a la caballería pesada. Es un error, Heraclio como buen táctico y estratega no hubiera “desperdiciado” el grueso de su caballería acantonándola tras los muros de Constantinopla donde era perfectamente inútil. Lo lógico es que hubiera conservado al grueso de su caballería para intentar interceptar y derrotar al gran ejército de Sain. La caballería era más útil en las llanuras de Capadocia que en las estrechas calles de Constantinopla. La crónica debe de referirse al total del ejercito enviado por Herclio al auxilio de su capital.
[58]. Jorge Psidias, Bellum Avaricum, págs. 265-285.
[59]. Jorge Psidias, Bellum Avaricum, págs. 270.
[60]. Efectivamente tanto Pernice, Il Imperatore Heraclio, págs. 141, nº. 1, como Pertusi, Giorgio di Pisidia Poemi I. Panegirici Epici, Buch, 1959, págs. 217, apuestan basándose en la carta recogida por Jorge de Psidias apuestan (creemos que acertadamente) por la tesis de que el muro de Blaquernas fue construido inmediatamente antes del asedio Avaro-Persa y no como señala Nicéforo, 18, 27 ss. y Crónica Pascual, 726-727 en 627. Ante estos “formidables oponentes” la teoría de Pertusi y Pernice sustentada solo por la alusión de Jorge de Psidias era débil y vacilante. Nosotros creemos poder aportar nuevos elementos que sustenten y refuercen su teoría, argumentos que como veremos pueden extraerse de una lectura más atenta del Bellum Avaricum de Psidias y de la propia crónica Pascual.
[61]. Crónica Pascual, 724.
[62]. Jorge Psidias, 405. Crónica Pacual, 725. Teodoro Sinkellos, 312, 35.
[63]. Jorge Psidias, 405.
[64]. Patriarca Nicéforo, Historia breve, 10. Crónica Teófanes, 6110. 301-302.
[65]. Jorge Psidias, págs. 290-295.
[66]. Crónica Pascual, 717.
[67]. A. Stratos, “Byzantium in the seventh Century”, 189-1, nº. 26, pág. 372.
[68]. Esto es fácilmente comprobable por el desarrollo del sitio, por dos veces reclamó el Khagan víveres a los sitiados y el mismo para justificar su retirada tras el fracaso del asedio dijo: “Cuando estaba en la posición de retirada declaró: “no creáis que me retiro por miedo sino porque escasean mis provisiones y no os he atacado en el momento oportuno. Me voy para prestar atención a suministros y regresaré destinado a haceros a vosotros lo que sea que me hayáis hecho a mí”, Crónica Pascual, 726.
[69]. Crónica Pascual, 718.
[70]. Crónica Pascual, 718.
[71]. Este había sido el tono de la política imperial frente a los Avaros desde 602. Sobre los ríos de oro vertidos sobre los Avaros por los emperadores y sobre sus extraños y lejanos caminos ver el artículo Ying, Lin, “Western Turks and Byzantine gold coins found in China”, Transoxiana, 6 (Julio 2003).
[72]. Hay que hacer recaer la atención sobre este punto. Son los cambios de intención del Khagan sobre sus objetivos los que dan la clave de la alianza Avaro-Persa. Sobre esta primera intención manifestada a Atanasio ver Crónica Pascual, 719-720.
[73]. Crónica Pascual 719. Es curioso como Barisic pasa por encima de estas importantísimas líneas de la crónica Pascual. No sólo no sitúa correctamente en el tiempo la embajada de Atanasio sino que no le extraña las contrapuestas actitudes de Atanasio y de los Magistrados de la ciudad, ni la incredulidad del embajador frente a las disposiciones de la ciudad. F. Barisic, “Le siége de Constantinople par les Avares el les Slaves en 626, Byzantion, 25 (1954), págs. 371-395.
[74]. Crónica Pascual, 719-720.
[75]. Jorge Psidias, 215-220. Crónica Pascual, 720.
[76]. Jorge Psidias, 65.
[77]. Jorge Psidas, 305-310.
[78]. Crónica Pascual, 720. Jorge Psidias, 220-225.
[79]. Teodoro Sinkellos, “Homilía”, XX, 126. Crónica Pascual, 720-721.
[80]. Crónica Pascual, 721.
[81]. Crónica Pascual, 721.
[82]. Crónica Pascual, 721.
[83]. Crónica Pascual, 721.
[84]. Crónica Pascual, 721.
[85]. Crónica Pascual, 721.
[86]. Crónica Pascual, 722.
[87]. Jorge Psidias, 315-325.
[88]. Jorge Psidias, 323-324. Crónica Pascual, 721. Fue esta la embajada en la que participo Teodoro Sinkellos.
[89]. Crónica Pascual, 723. Jorge Psidias, 355-365.
[90]. Crónica Pascual, 724.
[91]. Crónica Pascual, 724.
[92]. Crónica Pascual, 724.
[93]. Stratos, “Byzamtium in the Seven Century”, pág. 188. Barisic pasa por encima de esta cuestión, “Le siége de Constantinople par les Avares el les Slaves en 626”, Byzantion, 25 (1954), págs. 371-395, pág. 385.
[94]. Sebeos, “Historia de Heraclio”, XXVI, 5. Seguimos aquí la traducción y división del texto dada por Macler, Historiae D`Heradius. Obispes Sebeos, Paris, Laroux, 1904. Y no la más reciente, pero a nuestro juicio menos acertada “The Armenian History Attributed to Sebeos”, trans., R. W. Thomson, hilt. comment. James Howard-Johnston.1. Liverpool, 1999.
[95]. Miguel el Sirio, XI, 3, 936. J. B. Chabot, Les Chroniques du Michel Le Syriem Patriadne Jacobite D’Antioche, Paris, Laroux, 1899-1924, 4 vols. tom. II (libros 9-11), reimpresión Brusélas, 1963;
[96]. Sebeos, XXVI, 5.
[97]. Crónica Pascual, 725. La prueba evidente de esto son las constantes peticiones de víveres por parte del Khagan a la ciudad y las donaciones de alimentos que Bono ordenaba para intentar amansar al Khagan. Este no podía eternizar el sitio, sino que por fuerza y dada su situación debía de tomar la ciudad al asalto, de ahí su precipitación.
[98]. Jorge Psidias, 390-408.
[99]. Jorge Psidias, 405-406.
[100].         Jorge Psidias, 419-439.
[101].         Patriarca Nicéforo, 13.
[102]. Jorge Psidias, 447.
[103].         V. Grumel, “La défense maritime de Constantinople du Côte de la corne d’or et le siège des avars”, BS, 25 (1964). La tesis de este autor es insostenible y su recurso a Teodoro Sinkellos y al discurso del patriarca San German esta cogido con alfileres. La ciudad contaba con muralla marítima y a lo que se refieren ambos autores no es a la ausencia de esta muralla sino a su estado ruinoso. Los bizantinos no la habian reparado tras el gran terremoto, pues teniendo como tenían la única flota del mediterráneo no esperaban un ataque marítimo, de ahí que el Khagan viera en el ruinoso estado de estas defensas el punto débil de la ciudad.
[104].         Patriarca Nicéforo, 13.
[105].         Jorge Psidias, 461-475.
[106].         Patriarca Nicéforo, 13. Jorge Psidias, 461-475.
[107].         Crónica Pascual, 725. Jorge Psidias, 489-495.
[108].         Teodoro Sinkellos, 312, 7.
[109].         Crónica Pascual, 725. Teodoro Sinkellos, 312, 11.
[110].         Crónica Pascual, 725.
[111].         Crónica Pascual, 725. Teodoro Sinkellos, XXXV, 191.
[112].         Teodoro Sinkellos, XXXVII, 199.
[113].         Crónica Pascual, 725-726.
[114].         Crónica Pascual, 726.
[115].         Por las indicaciones de Teofanes por la ruta tomada por Sain y por el tiempo aproximado en el que se produjo la batalla se puede efectivamente localizar esta entre Colonea y Satalia, tal y como lo hacer Kaegi y Stratos.
[116].         Teofanes, 6117, 315.
[117].         Con su ejército principal derrotado, con su país devastado por la incursión jazara de aquel verano y con el ejército de Shahrbarz inútilmente acampado en el Bósforo, la situación de Cosroes había girado bruscamente.
[118].         La batalla se produjo a comienzos de julio, teniendo en cuenta que Teodoro se presento en Constantinopla el día 8 de agosto, el tiempo necesario para comunicarse con el emperador, para embarcar su ejercito en Trebisonda y para cubrir los 970 km. hasta la capital, este acontecimiento debió ocurrir en torno al 18 de julio. Y la batalla en torno al 6 de Julio.
[119].         Stratos, Byzantium in the seventh century, vol. I, pág. 200. Teofanes, 315. Moises Dasxuranci II, 11. Patriarca Nicéforo, 12. Miguel el Sirio XI, 3, 936.
[120].         Moises Dasxuranci, II, 11-12. Stratos, Byzantium in the seventh century, vol. I, págs. 199-200.
[121].         Moises Dasxuranci, II, 11-12. Se encuentran grandes semejanzas con Teófanes al describir las campañas de Heraclio y sus encuentros con los Jázaros. Así por ejemplo se da un nombre parecido para el lugarteniente del Khan Jázaro que, al igual que cuenta Teófanes 6117. 316, se encuentra con Heraclio en el verano de 626, Teófanes nombra a este como Ziegel y Moisés como Jebbu. Ambos cronistas especifican que se trata del segundo en poder tras el Khan y no del Khan mismo, lo que entraría en contradicción con la versión de Nicéforo 12, que habla solo del soberano Jázaro y no de ningún subordinado de este.
[122].         Miguel el Sirio XI, 3, 936. Moises Dasxuranci II, 12. Patriarca Nicéforo, 12.
[123].         Efectivamente Eudocia fue bautizada en las Blaquernas a comienzos de 611.
[124].         Crónica Teofanes, 6102, 298.
124.         Tanto Jorge de Psidias como el patriarca Nicéforo, como Teodoro Sinkellos, Teofanes y la crónica Pascual atribuyen la victoria a la virgen. Sebeos la atribuye a la intervención divina.
[126].         Crónica Pascual, 722-723. Jorge Psidias, 325-365.
[127].         Crónica Pascual, 721-722.
[128].         Crónica Pascual, 720.
[129].         Al Tabari, vol. V, 1004. Nicéforo, “Breviarium”, 13. Teófanes 6118, 324. Miguel el Sirio XI, 3, 936.
[130].         Crónica Teofanes, 6117. 316.
[131].         Miguel el Sirio XI, 3936. Crónica Teofanes, 6117. 316, Moises Dasxuranci II, 12.
[132].         Haldon, Byzantium in the seventh Century, págs. 46-47. A. Avenarius, Die Awaren in Europa, págs. 123-124. R. Grousset, El Imperio de las estepas, 1991, págs. 225-228. Lilie, Kaiser Herakleios und die Ansiedlung der Serben.
[133].         Hemos de agradecer a la Doctora Encarnación Motos Guirao, su gentileza al poner a nuestra disposición su aun no publicada traducción al español del Patriarca Nicéforo.